lunes, agosto 29, 2011

Esbozos recurrentes

Sumido en un pozo de desesperación nadando en una espiral insondable. Su miedo empezó desde aquella operación en la que de dio por mirar la sonda que con sumo cuidado le había colocado la enfermera diciéndole que no se preocupara, que respirara, que todo estaba tranquilo como un río en su cauce medio, quizá en otoño, el cielo despejado. Da sed el hielo, me tienes hasta el moño dijo al sauce y rió con estilo mientras se dirigía al establo, dejando atrás a la rana, ocupado en su dicha, cuando vio a esa ramera loca donde mucho antes sonaba aquel mirlo, y observándola se deslizó colina y media hundiéndose en el fango al llegar a la cerca de los gorrinos, a los que había olvidado castrar.

Son, sin embargo, palabras vanas.